lunes, 23 de enero de 2012

Capítulo 7: tonterías varias, anécdotas y fotos (para relajarse de tanto consejo)

Este capítulo es para relajarse un poco y disfrutar de tener gato(s), así que ahí va una foto de Ray Charles bostezando que le hice ayer, para empezar (si lo quiero hacer a propósito no me sale):


Por cierto, os acordáis de que en uno de los capítulos puse que el gato se mete en cualquier parte?, pues ahí va unas fotos de la Madre en la caja de los zapatos que me acabo de comprar en las rebajas. Les encantan las cajas de zapatos. Si dejáis una en el suelo el gato tardará 10 segundos de reloj en meterse dentro.




A ver, ya está bien de tanta foto, que desde que tengo smartphone no hay quien me aguante, voy a escribir algo, creo que vamos a continuar con el anecdotario del capítulo anterior de cómo encontramos a alguno de nuestros gatos:

La Rari (o la gata más rara que habíamos visto hasta ese momento –falta de experiencia porque hay muchas gatas carey-)

A la Rari la encontramos en una zona medio descampada detrás de nuestra antigua casa en la que había muchos gatos de la calle a los que todos los días dábamos de comer. Estaba medio ahorcada por una bolsa de plástico, como si la hubiesen metido en ella y luego tirado allí desde una de las ventanas de los edificios contiguos y ella al intentar salir de la bolsa se enredó el asa al cuello. No tenía ni mes y medio. Como éramos algo inexpertos en esto de los gatos de aquellas, nunca habíamos visto un gato con esos colores, así que le quedó de nombre la “Rarita” o la “Rari”. En fin, no teníamos ni idea, ya que hay muchas gatas –porque de tres colores no pueden ser más que gatas, por una cuestión genética creo- con esos colores, y hasta creo que se denominan carey. Esta es la Rari, que aún está con nosotros después de 12 años:



El Romeo (Borro para los amigos, o el gato que se apuntó a un curso de Autocad)

Lo del Romeo fue un claro estar en el momento y lugar adecuados, creo yo. Pos bien, como esto de las nuevas tecnologías se imponía cada vez más mientras estaba en la universidad, y visto que no se me daban muy bien, una amiga y yo decidimos apuntarnos a un curso de Autocad de esos de Samicro –los que estudiasteis en Coruña los conocéis seguro-, frente a la Plaza de Galicia en La Coru, neno. Por cierto, un rollo de curso que dejé al mes más o menos, porque pasarse un día entero conociendo el maravilloso mundo de la herramienta polilínea es interesantísimo :P. Sigo, pues, al segundo o tercer día de clase, en las escaleras de entrada a la academia había un gato negro de unos seis o siete meses de edad, y a su lado resultó que estaban una chica y su hija que se habían parado ante los maullidos del gato. Resulta que las conocía porque la hija había ido al colegio con mi hermana pequeña y la madre era amiga de mi madre, lo que pasa es que les había perdido el contacto al ir al instituto porque se habían mudado de barrio. Vaya ¿y que hacían allí, con ese gato, en las escaleras de Samicro?. Sencillo, resulta que son dos personas muy amantes de los animales y que ya tenían acogidos en su casa a varios gatos y algún que otro perro, y que este gato que maullaba tanto les daba mucha pena, por eso habían parado, pero que no lo podían llevar a casa.

Os lo imaginais, no? El gato me miró, yo le miré, me hizo un par de ochos….Dos minutos después, con ayuda de una caja de cartón, llevé a Romeo a casa (me salté la clase, claro, pero que mas da, si lo dejé dos o tres clases después), y hasta hoy. Este es Romeo, o Borro, como le llamo yo:



El Blanqui (Salem o el gato cojo por una patada de un desalmado hijo de puta)

Este caso fue el de un rescate para evitar una muerte anunciada. Mi hermana empezó a trabajar en un mesón que daba comidas, situado en un polígono industrial cercano a La Coru, neno, que tenía un sótano a modo de almacén. Ella ya había visto al Blanqui por ahí, era un gato blanco con las orejas y el rabo amarillo, adulto ya, de edad desconocida, que cojeaba de una de las patas traseras –ahora no recuerdo de cual-. Resulta que el gato se metía en el sótano y le mordisqueaba los chorizos al dueño del mesón. Éste espécimen tenía amenazado al gato, decía que se lo iba a cargar y claro, mi hermana venía todos los días amargada pensando que este señor iba a matar al pobre gato, de hecho, el cojeo del gato era por una patada que le dio el susodicho un día que lo pilló por banda –yo creo en la justicia divina, y en que todo el mal que hayas hecho se te devolverá tarde o temprano, por eso no voy a dedicarle ni 5 minutos de mi tiempo a pensar en este tipejo-. En fin, que un día cogimos un transportín y fuimos mis hermanas y yo al rescate del blanqui, que se dejó coger sorprendentemente bien. Y ala, otro pa casa.

El blanqui vivió muchos años en mi casa como un rey, eso si, con esa cojera característica que le hacía especial y único, y que no nos permitía olvidar nunca que no todos los seres humanos son buenos, no lo olvidéis vosotros tampoco.

Este es blanqui subido al televisor:



Pinki (el tontigato o el gato que se cayó en el caldero de la poción mágica)


El Pinki fue un gato mu mu tontín al que quisimos mucho, pero hay que reconocer que era un poco “cortito”. Cuando todos los demás estaban ya cazando una mosca, él aún la estaba buscando en donde había estado revoloteando un minuto antes. Digamos que era algo lento, y eso en un gato es algo inusual. A este gato nos lo trajimos literalmente dentro del caldero de la comida que llevábamos para los gatos de la calle en el descampado de cerca de casa. Mi madre al abrir el carrito en el que llevábamos el caldero ya de vuelta a casa se encontró con un gato amarillo dentro de él con las cuatro patas extendidas engullendo la comida como si no hubiese comido nunca en su corta vida –tenía unos dos meses y medio-. Nos lo llevamos claro, otro pa la saca.
Del Pinki ya puse varias fotos en otros capítulos, era un amor.


Por hoy lo dejamos aquí……voy a por mi dosis de cafeína.

Os adelanto que otras anécdotas de cómo encontramos a algunos de nuestros gatos, para el capítulo 8 -que tambíen será de relax-,  van a ser las siguientes:


Groucho (Pichouch para los amigos, o el gato metido en una bolsa)

El Camilo (o el gato Marujita Díaz)

El Otelo (o el gato atropellado)

Ramsés (o el gato trompetilla 2)

El Forem (o el otro gato que se apuntó a un curso de autocad –gracias Aran por contarme cómo fue--)

El Duque (ala, se nos ha colado un perro en el listado)

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